Vivo con diabetes y soy feliz, sí, feliz porque ahora yo controlo la enfermedad. Ocurrió sin esperarlo, perdía peso y bebía mucha agua. Lo segundo no me extrañaba ya que por mi trabajo, estaba acostumbrado a beber mucha agua, pero el peso sí. Yo pensaba que al hacer tanto ejercicio en el gimnasio, eso estaba haciendo que bajara de peso.

Fue en un rutinario control de empresa, la doctora me dijo “es extraño, pero tiene unos niveles de azúcar muy altos para su edad”.

Estaba por ese entonces muy estresado por mi trabajo, y al visitar al especialista me confirmó que tarde o temprano iba a “debutar”, así se conoce cuando te diagnostican con diabetes.

Tenía 39 años y me encontraba en una fase de la vida de éstas que piensas que ‘todo va bien’. Era un ilusión pues la vida decide por ti.

La aceptación fue lo más duro y para evitar la insulina comencé a dejar de comer. Con 1,83 de altura llegué  pasear 69 kilos, parecía realmente estar enfermo. Llegó un momento que las pastillas no me hacían nada y es cuando volví al médico y tuve que ser honesto, “paso hambre doctora”. Inmediatamente comencé con insulina.

«Tienes diabetes Mellitus Tipo 1«. Se me vino el mundo encima. ¿Cómo podía ser? Sí, tenía antecedentes familiares pero no me gusta lo dulce, ni el chocolate, ni lo pruebo, ni lo probaba.

Cuando comencé con la insulina, el mundo cambió, pero adaptarme no fue nada fácil al inicio. Conocer las unidades, saber cuándo no poner insulina para hacer deporte o todo lo contrario, tomar jugos porque has hecho tanto ejercicio que se te baja. Tuve que aprender a pincharme básicamente. Conocer los carbohidratos que llevaba toda la comida y convertir todo a unidades de insulina.

Tenía sudores fríos… ¡Malditas bajadas de azúcar!

Recurrí a la Asociación para la Diabetes de Tenerife, ellos me han ayudado desde aquellos comienzos. Aprendí a cuidarme y controlar el echo de que era un poco “especial”.

Tras todos estos años vivo muy controlado médicamente con revisiones de azúcar diarias, análisis clínicos regulares, visita al endocrino dos veces al año.

Tengo una vida completamente normal, excepto de algún susto que me provocan las hipoglucemias. Todo el cuerpo está conectado al azúcar y al alterarse, ya sea por la comida, el cansancio físico o emocional, el sistema se resiente y viene el bajón de azúcar y la luz roja del pánico. Parezco un borracho diciendo boberías, ahí es cuando mi esposo salta con aquello “¿te has mirado el azúcar?».

Vivo mi día a día con esta enfermedad, como cualquier ser humano con sus cosas. Soy feliz aunque no pueda comer ciertas cosas, no muchas para ser honestos.

Vivo mi vida con jugos en la mochila, el coche, la mesilla de noche,  un sobre de azúcar en cada esquina, pero lo más importante es que ahora soy yo quien controla la enfermedad, no ella a mí.

Soy diabético, y vivo feliz.

Testimonio real de paciente DBM1